mié. Dic 24th, 2025

En el último tiempo, la alimentación basada en plantas ganó un terreno impensado en las mesas argentinas, impulsada por la búsqueda de opciones más nutritivas sin resignar el sabor. Entre los protagonistas de esta transformación, el arroz yamaní se destaca como el preferido de quienes buscan una alternativa integral superior. Este grano, de forma redondeada y textura firme, no solo es el aliado ideal para preparar desde risottos hasta hamburguesas caseras, sino que también aporta una dosis importante de fibra y nutrientes esenciales. Sin embargo, su principal desafío reside en la cocción: al ser un ingrediente con un sabor natural muy sutil, la clave está en saber cómo potenciarlo durante el hervor para que se convierta en la base perfecta de cualquier plato.

La técnica definitiva para un arroz con textura

Para obtener un resultado profesional, la proporción es el primer paso innegociable. Lo ideal es utilizar dos tazas y media de agua por cada taza de arroz crudo. Antes de encender la hornalla, es fundamental lavar el grano en un bol con abundante agua para eliminar cualquier resto de suciedad y luego escurrirlo bien. Una vez limpio, el arroz se coloca en una cacerola con agua fría y sal.

A diferencia del arroz blanco convencional, el yamaní requiere un tratamiento aromático para destacar. Agregar ramas de hierbas frescas, como perejil, cilantro o ciboulette, junto a un diente de ajo cortado al medio, marcará la diferencia entre un acompañamiento insulso y uno con carácter. La cocción debe comenzar a fuego fuerte hasta que rompa el hervor; en ese momento, se baja la llama al mínimo y se tapa la olla, dejando que el calor trabaje por unos 45 o 50 minutos. Si al finalizar el tiempo el grano todavía se siente algo duro, un chorrito extra de agua y unos minutos más bajo vapor suelen ser la solución definitiva.

Un giro vegetal a un clásico viral: las lentejas Marry Me

Si el arroz yamaní es la base, la verdadera estrella de la mesa actual es una versión renovada de las famosas lentejas “Marry Me”. Este plato, inspirado en una receta de pollo que se volvió viral por ser supuestamente “capaz de conseguir una propuesta de matrimonio”, reemplaza la proteína animal por lentejas rojas, logrando una textura cremosa y reconfortante. La combinación de tomates secos, ajo y una salsa a base de crema de leche convierte a esta preparación en un manjar que poco tiene que envidiarle a las recetas tradicionales de bodegón.

La preparación comienza aprovechando el aceite de los tomates secos, calentándolo en una sartén grande para saltear cebolla picada y los propios tomates hasta que estén tiernos. El toque distintivo lo dan la pasta de tomate y los condimentos italianos, que se cocinan brevemente antes de incorporar las lentejas y el caldo de verduras. Es importante estar atentos al reloj: las lentejas rojas son traicioneras y se cocinan rápido. En unos 15 minutos empiezan a deshacerse, lo que ayuda a espesar la salsa de forma natural.

Nutrición y sabor en un solo plato

Más allá del placer gastronómico, este tipo de cocina ofrece beneficios concretos para la salud. Las lentejas no solo son una fuente inagotable de hierro y proteínas, sino que poseen un bajo índice glucémico, lo que ayuda a mantener estables los niveles de azúcar en sangre. Por su parte, la incorporación de kale hacia el final de la cocción suma potasio y antioxidantes, elementos clave para regular la presión arterial y prevenir enfermedades crónicas.

Para terminar el plato con un sello bien local, se añade crema de leche y una buena lluvia de queso parmesano, revolviendo hasta que todo quede integrado. Servir estas lentejas sobre el arroz yamaní preparado previamente, o acompañarlas con unas rodajas de pan de campo tostado, garantiza una experiencia completa. Se trata de una propuesta que demuestra que comer sano en casa no tiene por qué ser aburrido, siempre y cuando se respeten los tiempos y se elijan ingredientes de calidad.