En el universo de la panadería casera conviven hoy dos corrientes que, lejos de anularse, ofrecen opciones para momentos muy distintos de la semana. Por un lado, resiste estoica la tradición de las facturas nacionales, compañeras inseparables del mate y los días de lluvia; por el otro, gana terreno la búsqueda de alimentos funcionales, bajos en carbohidratos y cargados de energía para quienes llevan un ritmo de vida acelerado. A continuación, presentamos cómo elaborar dos recetas que representan estos polos opuestos: las infaltables tortitas negras y unos muffins proteicos de banana ideales para el desayuno.
El secreto de las tortitas negras perfectas
La tortita negra, o “carasucia” en algunas regiones, es una de las facturas más emblemáticas de la Argentina, con fanáticos que no conciben una docena sin su presencia junto a las medialunas o bolas de fraile. Aunque también se consumen en España y partes de Colombia, su arraigo local es indiscutible. La clave de esta preparación radica en una masa simple pero trabajada. Para iniciar el proceso, se debe realizar una mezcla en un bol con 100 gramos de azúcar, un kilo de harina, 30 gramos de levadura, una cucharadita de sal y 450 cc de agua tibia. A esta base se le integra la materia grasa, que en nuestro país llamamos manteca (100 gramos), amasando hasta obtener un bollo liso.
Un detalle técnico que suele marcar la diferencia entre una factura mediocre y una de panadería es el laminado casero. Los expertos sugieren estirar la masa con un palo, doblarla sobre sí misma y volver a amasar, repitiendo esta mecánica unas diez veces. Este procedimiento es el que otorga esa textura particular al morderla. Tras dejar descansar el bollo tapado durante 15 minutos, se procede a cortar los discos con un cortante de 5 cm o un vaso y colocarlos en una placa aceitada. Un truco profesional es rellenar los huecos entre los discos con abundante harina —retirando luego el excedente con pincel— para que mantengan su forma mientras leudan hasta duplicar su tamaño.
La cubierta y la cocción tradicional
El alma de esta factura es, sin dudas, su cobertura oscura y crocante. Mientras la masa leuda, se prepara la mezcla con 500 gramos de azúcar moreno, 160 gramos de harina y 100 gramos de azúcar común. Esta preparación se esparce generosamente sobre los discos antes de llevarlos a un horno precalentado a 180°C. El punto justo se alcanza cuando los bordes se notan dorados. Vale destacar que, para quienes buscan una miga más suave y esponjosa, se puede reemplazar el agua de la receta original por leche. Una vez frías, son ideales para acompañar el mate, y si sobran, se recomienda guardarlas en frascos herméticos para preservar su frescura por varios días.
Una alternativa fit: Muffins de banana y avena
En la vereda opuesta, respondiendo a la demanda de snacks saludables para comer “al paso”, surgen opciones como los muffins proteicos bajos en carbohidratos. Esta receta, que rinde para 15 unidades, elimina las harinas refinadas y el azúcar blanca, apostando por ingredientes de alto valor nutricional. La base se compone de una taza y media de avena arrollada, dos bananas maduras pisadas y media taza de mantequilla de maní natural cremosa. Para ligar y dar estructura, se utilizan dos huevos grandes y un cuarto de taza de yogur griego descremado natural.
Lo interesante de esta propuesta es cómo logra dulzor y sabor sin caer en excesos calóricos tradicionales. Se incorpora un cuarto de taza de néctar de agave, una cucharada de mezcla de stevia para hornear y dos cucharadas de extracto de vainilla. El perfil aromático se completa con una cucharada de canela molida y, de manera opcional, un toque de extracto de arce. La química del leudado aquí depende de una cucharadita de polvo de hornear, media de bicarbonato de sodio y un refuerzo de fibra con un cuarto de taza de harina de lino y otro tanto de harina de almendras.
Procedimiento para la versión saludable
La elaboración es sumamente sencilla y requiere menos técnica manual que las facturas. Se debe precalentar el horno a 175°C (350°F) y preparar los moldes, ya sea engrasándolos o utilizando pirotines de papel aluminio. Todos los ingredientes mencionados se procesan en una batidora de pie o procesadora de alimentos hasta lograr una masa homogénea. Es una mezcla versátil que admite personalización: se pueden agregar chips de chocolate, nueces o semillas de chía según el gusto del consumidor.
Una vez lista la pasta, se llenan los moldes hasta tres cuartas partes de su capacidad y se hornean durante aproximadamente 25 minutos. La prueba infalible es insertar un palillo en el centro; si sale limpio, están listos. Es fundamental dejarlos enfriar en el molde unos cinco minutos antes de pasarlos a una rejilla. Así, tanto la cocina tradicional argentina como las nuevas tendencias globales encuentran su lugar en la mesa, ofreciendo opciones para disfrutar tanto de un domingo nostálgico como de un desayuno energético antes de entrenar.