Por Valentina Ryng ([email protected])
SĆ© que habló con mi madre, seƱor, yo me hago la distraĆda y miro para otro lado, a mis zapatos, al techo o donde sea, pero entiendo todo, seƱor, sabe usted que lo entiendo. Yo sĆ© que habló con ella: se le acercó y la saludó con su sonrisa encantadora (se suponĆa que no debĆa revelar ese detalle, pero, Āæalguna vez se lo han dicho?).
Mi madre estaba muy complacida con usted, decĆa que era muy buen mozo y que se lustraba los zapatos todos los dĆas, asĆ que cuando se le acercó para hablarle ella se puso toda colorada (como no estaba mĆ”s con Alfonso ella se permitĆa esas chiquilinadas), lo saludó con un beso, con un «¿cómo estĆ”s?Ā» de esos que sugieren algo mĆ”s, pero usted le es indiferente a todas las madres que vienen con esas intenciones, asĆ que cortĆ©smente empezó a preguntarle sobre mĆ, sobre cómo me estaba yendo en las demĆ”s materias, a quĆ© estaba aspirando y por quĆ© vagaba por los pasillos con esa cara tan larga.
A mamĆ” no le gustaba mucho contestar esa pregunta, sabe, siempre trataba de evadir la cruda realidad, que su hija estaba triste y llorando sin parar y vaya usted a saber por quĆ©, ella no me cuenta nada, siempre en su mundo, vio usted. AĆŗn asĆ, con ese gusto amargo en la boca, ella le contó que tenĆa algunos temas por resolver, temas que me negaba a compartir y que por eso estaba yendo a terapia a ver si a la psicóloga le cuenta, a ver si a ella le cuenta. Estos chicos de hoy ya no tienen confianza con sus padres, todo es secreto, en quĆ© mundo vivimos.

Supongo que usted no tuvo el mismo pensamiento, conociĆ©ndolo como yo, pero asĆ educado como es asintió nomĆ”s, sonriendo (encantadoramente, no hace falta aclararlo) y le dijo: Ā«sĆ, sĆ, totalmente, peroā¦Ā» y ahĆ empezó a decirle todo eso que veĆa de mĆ, todo lo bueno, lo dulce y lo invisible, y mi madre estaba sorprendida, impactada dirĆa, de que alguien hable asĆ de su hija llorona, sensible y todo eso que le dijeron los profesores y los amores de su vida.Ā«Cuidado con esta chica, algo raro tieneĀ».
Puedo imaginarme los ojos vidriosos de mi madre al oĆr tales palabras: yo sabĆa, Diosito, yo sabĆa que mi hija sigue siendo un angelito, si me lo dice este chico debe ser verdad, con esa sonrisa (encantadora) imposible no creerle. SĆ© tambiĆ©n que mi madre le dijo que tenĆa muchos dolores de cabeza, pero que eran fruto de la tensión que vivo todos los dĆas en el colegio, en casa, en lo de papĆ”; yo pienso que es por eso. En aquello concuerdo con ella, sabe, sobre la tensión y toda esa historia.
Creo que mi mamĆ” lo sabĆa, aunque se quejara de que no le daba ni la hora. Por las noches, estrechaba la almohada contra su cara para ahogar el ruido y gritaba con todas sus fuerzas, y lloraba y sollozaba que era injusto que las cosas sean asĆ, ese mentiroso, ese infeliz, ojalĆ” que lo parta un rayo (Alfonso no era el mejor tipo, sabe), y encima esta nena que no coopera, no coopera conmigo ni con nadie, y otras cosas que mejor ni mencionar, pero ya se imagina.
Entonces usted puso esa cara de preocupación suya (esa que la derretĆa a mi madre, le juro) y le preguntó mĆ”s acerca de mis dolores de cabeza y mi situación. Pobre usted, que no sabĆa nada en ese momento sobre que a mamĆ” le molestaba muchĆsimo hablar de mis penas, pero asĆ al borde de las lĆ”grimas y todo, le contó igual. Le contó porque la encandilaba, venĆa al colegio solamente para verlo a usted, se olvidaba completamente de que me tenĆa que pasar a buscar porque llegĆ”bamos tarde al dentista y se le acercaba para preguntarle sobre Juanito, Ć©l que entendĆa todo sobre su materia.
Yo siempre le repetĆ a mi madre: Ā«ahĆ vamosĀ», algo asĆ como mi lema para la vida, ahĆ vamos. No importa lo que hagamos, iremos. MamĆ” fue, Āæsabe? Fue y no quiso volver. AsĆ de triste estaba. AhĆ vamos, MĆ”, ahĆ vamos, MĆ”, pero ella no quiso ir por mi camino, agarró otro, el peor de todos, dirĆa yo. AhĆ fue y no volvió. El dĆa que habló con usted creo que ya habĆa decidido cuĆ”l camino querĆa tomar, pero querĆa verlo una vez mĆ”s, chequear si, al fin y al cabo, le parecĆa maldita aquella niƱa ante sus ojos, como en los ojos de todos.
Estaba tan orgullosa cuando usted le dijo que yo era una chica con todas las letras, incluso desde casa se podĆa escuchar el excitado palpitar de su corazón, que suspiraba: Ā«quizĆ” todo esto no fue en vanoĀ». Cuando llegó a casa, me abrazó hasta perder el aire y lloró como una nena, mientras decĆa: Ā«te amo, hijita, te amoĀ» entre hipos y mocos. Quise llorar tambiĆ©n, mostrar alguna emoción, pero no pude, era algo que me costaba hacer delante de ella. Me obliguĆ© a no hacerlo por tantos aƱos, que terminĆ© acostumbrĆ”ndome.
Como le contĆ©, mi madre se fue muy contenta ese dĆa y todo gracias a usted. AĆŗn asĆ, se fue y no va a volver, quĆ© va a ser, usted ve cómo son las cosas. No pudo aceptarlo, creo yo, aceptar quĆ©, no habĆa nada que aceptar, todo era rechazo. Todo aquello por concebir a esa criatura del diablo y encima haberla traĆdo a este mundo sombrĆo e inseguro, asĆ de malos padres somos todos. Incluso despuĆ©s de verificar que yo no estaba maldita, fue y no volvió, quĆ© sĆ© yo lo que pensaba en aquel momento, cosas de ella, vio usted.

QuerĆa decirle que estoy muy agradecida, sabe, muy agradecida por todo el apoyo que me estuvo dando, muy agradecida de que confĆe en mĆ, pero mĆ”s que nada gracias por haberle hablado a mi madre aquel dĆa, ella que no hablaba con mucha gente. No, por favor, no se sienta responsable, fue su decisión y no hubo nada mĆ”s que hacer. Cuando la gente se va por esos caminos, es difĆcil traerla de vuelta a casa con los chicos, la cocina, el mate, el olor a las sĆ”banas limpias, y los libros, que no son los mismos despuĆ©s de todo aquello. Mejor vivir y dejar morir, como dice Paul McCartney.
A pesar de todo esto, el otro dĆa me la encontrĆ© en un sueƱo y me pidió que le diga que siga siendo el hombre que es, asĆ, educado y todo, y que por favor no se corte el pelo, que asĆ largo y despeinado parece Hugh Grant cuando era joven.