La verdad y el efecto del incendio de la selva amazónica

Por Leonardo Chacón ([email protected])

Pray for amazonas se convirtió en un eslogan popular en las redes sociales ante la indignación del mundo al observar cómo diversas zonas de la selva amazónica en Brasil y Bolivia se volvían cenizas y humo. Al margen de la catástrofe y todo lo que comporta, cabe preguntarse de qué se habla cuando se habla del pulmón del mundo.

La situación provoca un debate global y el malestar crece, en parte merced al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Desde su toma de posesión del cargo en enero pasado, su administración ha fomentado el desarrollo agrícola sobre la protección de la selva, ha reducido el presupuesto destinado a la conservación y, además, durante la crisis, llegó a sugerir que las ONG ambientalistas están detrás de los incendios en respuesta a la disminución económica que reciben por parte del Gobierno. 

La realidad es que las quemas forestales en Brasil ocurren todos los años. Sin embargo, el número de incendios en todo el país entre enero y agosto de 2019 superan los 74.000, un aumento del 83% en comparación con el mismo periodo de 2018, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional para las Investigaciones Espaciales (INPE). 

Ante una crisis ambiental presentada por el Gobierno brasileño con actitud displicente es común escuchar en las redes sociales y medios de comunicación que el “pulmón del mundo” está en peligro. Incluso líderes de naciones lo reiteran: “la pérdida del primer pulmón del planeta es un problema global”, trinó Emmanuel Macron, presidente de Francia; mientras que Iván Duque, el mandatario colombiano, también desde su cuenta oficial en Twitter, urgió a “proteger el pulmón del mundo”. Pero… ¿cómo es la selva amazónica el “pulmón del mundo”? ¿Si desaparece, el mundo se asfixia? ¿En qué reside la comparación?

Analogía engañosa

Lo cierto es que esta analogía es un tanto engañosa y puede crear ideas erradas alrededor de la selva en el ciudadano de a pie. Para desmontarla es necesario responder dos preguntas. ¿Qué función cumplen los pulmones? ¿Qué es la respiración?

En la escuela se enseña que gracias a los pulmones podemos respirar: inhalamos oxígeno y exhalamos dióxido de carbono, y es en estos órganos en donde ocurre el intercambio gaseoso, más exactamente en los alvéolos pulmonares. Las plantas, por medio de la fotosíntesis, realizan el proceso inverso: toman el dióxido de carbono del aire, con el que crean sus estructuras biológicas, y liberan oxígeno. Así que en este aspecto la analogía de “pulmón” ya empieza a flaquear: ningún pulmón exhala oxígeno; tal vez se podría decir que la selva es un “pulmón a la inversa”.

Sin embargo, la idea de que los pulmones respiran también es engañosa. Como se mencionó, en los pulmones se da el intercambio gaseoso, pero lo cierto es que la respiración tiene lugar en el interior de las células, cuando reacciona el oxígeno (inhalado por los pulmones) con la glucosa (proveniente de los alimentos que comemos) y se obtiene dióxido de carbono (que exhalamos desde los pulmones), agua y energía, que requerimos para nuestras funciones biológicas. En pocas palabras, respirar es obtener energía, no inhalar y exhalar aire (puedes ver este video para enterarte mejor en qué consiste el proceso de la respiración). 

El motor verdadero

Aun así, si quisiéramos continuar con la idea de que el amazonas es el “pulmón del mundo a la inversa”, al producir oxígeno, nos toparíamos con otro hecho biológico que la frena en seco: el fitoplancton, un conjunto diverso de microorganismos flotantes y a la deriva, similares a las plantas -al ser fotosintéticos- que residen en los océanos del planeta, “contribuye entre el 50% y el 85% del oxígeno atmosférico”, de acuerdo al portal de periodismo científico EarthSky. A manera de ejemplo, la bióloga marina Sylvia Earle calculó que el oxígeno de una de cada cinco inhalaciones de una persona es originado por el Prochlorococcus, una forma de fitoplancton. En contraste, según Reality Check de la BBC, “la amazonia produce menos del 10% del oxígeno atmosférico«

El verdadero “pulmón del mundo a la inversa” es el fitoplancton, al generar una enorme proporción del oxígeno atmosférico y absorber grandes cantidades de dióxido de carbono. Pero lo anterior no es lo relevante en la actual situación climática del planeta. 

El fitoplancton de los océanos no es el gran redentor que permite remover el exceso de dióxido de carbono (gas de efecto invernadero cuya abundancia ocasiona el calentamiento global) proveniente de las actividades humanas.

De acuerdo a un artículo de National Geographic los bosques y el fitoplancton “no absorben más dióxido de carbono ni emiten más oxígeno” gracias a que, como sostiene Jorge Sarmiento, profesor emérito de ciencias atmosféricas y oceánicas de la Universidad de Princenton, “la mayor parte de la fotosíntesis está contrarrestada por una cantidad igual y opuesta de respiración”. Por ejemplo, en el caso de un bosque maduro, como la selva amazónica, “no ocurre una asimilación neta de carbono, ya que el ecosistema boscoso está saturado con este elemento”, agrega un estudio de la Organización para las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).  

Datos sobre la deforestación tropical

De manera simplificada, como parte de un ciclo, una proporción del carbono confinado en forma vegetal se transformará, después de múltiples procesos bioquímicos, en dióxido de carbono, que después es capturado de nuevo por el fitoplancton, selvas y bosques del planeta. En la actualidad, el fitoplancton, las selvas y bosques, al capturar dióxido de carbono, son más bien atenuantes de su abundante cantidad atmosférica debido a las actividades humanas.

El problema reside en que cuando las selvas son deforestadas, una enorme cantidad de material vegetal se transforma en dióxido de carbono de manera abrupta, que en condiciones naturales se da un ritmo paulatino y se compensa con el crecimiento de nuevo material vegetal. El resultado de la deforestación es que las emisiones que genera incrementan aún más los gases de efecto invernadero en la atmósfera,  lo que intensifica el efecto invernadero y, por consiguiente, el calentamiento global. Si la deforestación tropical fuera un país, en 2012 se hubiera ubicado en tercer lugar en producción de dióxido de carbono con cerca de seis billones de toneladas al año, por detrás de China y Estados Unidos, como mayores emisores, y superando a la Unión Europea, en cuarto puesto, de acuerdo a un informe del Center for Global Development de 2016.  

Metáfora producto de ignorancia

En resumen, la analogía de que la selva amazónica es el “pulmón del mundo” o el “pulmón del mundo a la inversa” queda desvirtuada, además de que no es muy relevante el tema de su generación de oxígeno. El “pulmón del mundo” parece ser más bien un imaginario de la opinión pública mundial con un fin pedagógico simplista, que para algunos expertos, como Manuel Rodríguez, primer Ministro de Medio Ambiente de Colombia en 1994, “es una pésima metáfora” que no le dice nada a la ciudadanía. 

Tal vez una crítica pertinente que se le puede realizar a la analogía es que evade por completo las características relevantes que posee la selva para el planeta y la humanidad: biodiversidad, producción de agua dulce, regulador del clima global y hogar de comunidades indígenas; aspectos posiblemente ignorados por el ciudadano de a pie, que se inquieta más al ver como la amazonia se asfixia mientras arde.