Turismo en el Amazonas: acceso a la naturaleza en estado puro

Por Guillermo Tagliaferri ([email protected])

Edición: Florencia Romeo ([email protected])

El Amazonas, amplia zona geográfica y natural distribuida en varios países de América del Sur y conocido como «pulmón del mundo«, impacta por su selva tropical, la más grande del planeta, y el caudal y extensión de sus ríos. Cuna de muchas especies vegetales y animales, albergue de una de las mayores biodiversidades del planeta, y tierra legítima de pueblos originarios, es una de las enormes maravillas y también durante mucho tiempo fue un misterio. 

En los últimos tiempos, varias regiones de este sector privilegiado de la Tierra se están abriendo al turismo y, sin perder sus características, permiten conocer sus secretos y sus encantos. El Café Diario viajó a Brasil y estuvo en la Colonia Santa Elena do Ingles, ubicada sobre el margen del río Negro, cercano al Parque Nacional de Anavilhanas, en el estado brasileño de Amazonas. Para acceder es imprescindible subirse a una lancha que parte desde el puerto de Sao Raimundo, en la ciudad de Manaus.

Luego de un recorrido de una hora y media sobre el lecho del río Negro, caudaloso afluente del río Amazonas, de aguas oscuras debido a la descomposición de hojas y plantas de la vegetación lugareña, se llega a la pequeña comunidad local, una de las 19 que integran la región, habitada por 28 familias distribuidas en un centenar de personas. Un matrimonio inglés instaló vida humana por primera vez, de ahí el nombre del poblado.

El río Negro, que un trecho más adelante se une con el río Solimoes, aunque como curiosidad ambos conservan sus respectivos colores, desemboca en el rio Amazonas. Pero antes, en la Colonia Santa Elena do Ingles es una invitación a disfrutar sus aguas, a recorrerlas en embarcaciones, a admirar sus selvas, su fauna y hasta una delicia para sumergirse y bañarse con tranquilidad (las temidas pirañas del Amazonas están a muchos kilómetros de distancia).

De la tala al turismo

Recientemente prohibida la tala de árboles -la gran industria de la región que, a la par que contribuía a la fabricación de muebles destruía, ¡y cómo!, el ecosistema-, la manera de sostenimiento económico para la población siguió siendo la pesca, con las restricciones habituales para permitir el nacimiento y crecimiento de los peces, y se le sumó el turismo. La Pousada Vista Rio Negro, situada apenas se pisa la isla, pertenece, y es trabajada, por toda la comunidad.

El frente de la Pousada Vista Rio Negro, que ofrece alojamiento, alimentación y paseos. Foto: @guilletaglia.

Una edificación, construida en madera, sencilla y confortable, sin lujo y con personalidad, con habitaciones cómodas y un amplio salón comedor, es el sitio para hospedarse. La opción, única, para alimentarse, incluida en el paquete de la estadía, permite saborizar la típica, y exquisita, cocina local, con abundancia de verduras y frutas -muchas de nombres difíciles de recordar y memorizar, aunque con colores y sabores imposibles de olvidar- y peces de la zona.

Una caminata por el terreno permite conocer las casas, obviamente también todas de madera, el colegio, la iglesia, la infaltable cancha de fútbol -es Brasil, y el futebol es una religión en cualquier rincón de su enorme geografía- y la moderna instalación de paneles solares para capturar energía del sol. Desde hace unos años cuenta con electricidad y wifi. Con la provisión de agua, en medio de un extenso reservorio, jamás hubo inconvenientes.

El río Negro y la costa, una postal de un sector paradisíaco en Brasil. Foto: @guilletaglia.

Delfines, monos y cobras

La abundancia de vegetación, con árboles, plantas, arbustos y flores en un catálogo infinito de exuberancia vegetal, es un gran atractivo que invita a largas caminatas por los senderos habilitados y siempre conducidos por un guía local. Intentar caminar solo en ese magnífico escenario es una peligrosa invitación a perderse. Y es necesario estar alerta en todo momento: son varias las especies de víboras venenosas, entre ellas distintos tipos de cobras, que viven entre las plantas o colgadas de las ramas de los árboles. También la impactante anaconda, la serpiente más voluminosa del mundo.

Uno de los paseos más impactantes ofrecidos es el nado con botos o delfines rosas. Esta especie del simpático mamífero acuático está en peligro de extinción y son cuidados con gran dedicación. Habituados a interactuar con los humanos, se puede hacer una sumergida, no mayor de 15 minutos, en el sector donde se encuentran y nadar junto a ellos. No son nada agresivos, todo lo contrario, pero la alimentación -peces, en una cantidad reducida para que no pierdan su sentido de autoconservación- solamente se la entrega el instructor. Se puede tocar la piel del pecho y lomo, suave y gelatinosa, de los delfines mientras se nada o se bucea junto a ellos.

Nado con delfines rosados, un simpático y amigable mamífero de agua dulce.
Foto: @guilletaglia.

Otro animal amigable que saluda el recorrido de los humanos, ya en tierra firme, es el macaco de cheiro, un monito que saltando por las ramas se acerca para recibir, con sus pequeñas manitos, trozos de banana, pelarlos y comerlos. El bosque es inmenso y se distinguen muchos animales, el más difícil de visualizar es el más salvaje: la onza, el jaguar sudamericano. Levantando la vista se pueden observar coloridos guacamayos, tucanes con sus llamativos picos y todo tipo de aves silvestres. En el río, entre la abundante cantidad de peces, hay cocodrilos y tortugas de agua.

Alimentar a los pequeños y confianzudos monos, otro atractivo del paseo por Amazonas. Foto: @guilletaglia.

Artesanías y reciclado

A un paso, con traslado en bote por supuesto, se encuentra la comunidad de Saracá y allí se encuentra otro de los emblemas laborales de la zona: un taller de artesanías, manejado por las mujeres nucleadas en la cooperativa Formiguinhas (Hormiguitas) de Saracá.

Todo lo utilizado para confeccionar los productos artesanales es producto del reciclado y la proveeduría principal de los materiales se recolecta en el mundo vegetal. Las semillas, sobre todo las pequeñas del açaí (un fruto de alto contenido energético) de color rojo y negro, pasan por un proceso completo hasta convertirse en pulseras o collares. 

Carteras, bolsos, esterillas y todo tipo de producto se fabrican con hojas secas y lianas. También con elementos reciclados se arman las máquinas eléctricas para los procesos específicos requeridos. Y, para el turista, es imposible no caer en la tentación de comprar alguna de las artesanías. 

Una playa para el relax  

El río Negro, oscuro de lejos pero casi cristalino al introducirse, tienta para mitigar el calor reinante. Es temporada de lluvia, pero no es constante: en una alternancia aparece el sol y ofrece el calor de sus rayos. Momento de aprovechar para un chapuzón, sobre todo si la lancha hace el muy breve recorrido hasta la Praia Iluminada, playa de arena blanca y finita como la harina.

Presenciar el amanecer y el atardecer, así como hacer el paseo nocturno por el río Negro para apreciar los sonidos del silencio de la calma noche amazónica, son otras irresistibles, y bendecidas, propuestas ofrecidas en el paquete de la Pousada.

Después de tanto exceso de naturaleza, de impactante paz y relax, se siente el choque al volver a una ciudad grande. Y el recuerdo de semejante experiencia va a perdurar para siempre.

Atardecer sobre el río Negro. Foto: @guilletaglia.