La soledad como desafío, viajo sola como proyecto

Por Bárbara Guerschman ([email protected])

Edición: Florencia Romeo ([email protected])

Irene –soltera, 40 años aproximadamente– tiene un trabajo peculiar: es inspectora de hoteles de lujo, pero lo hace en soledad, de incógnito, verificando de forma meticulosa al extremo cómo es la atención en estos establecimientos.

En una escena del film ‘Viajo sola’ (2013 – Dir.: María Sole Tognazzi), su hermana destaca el hecho de que Irene no tiene familia (no tiene marido ni hijos), cuestionando su soledad y preguntándose quién cuidará de ella cuando sea grande.

La realidad es que ese argumento está a la orden del día cuando alguien expresa que no quiere tener hijos, pero también genera suspicacia el hecho de viajar solo y lo que es más, desear hacerlo por placer.

Valeria Schapira es periodista, escritora y creadora del proyecto «Viajo Sola», en el que describe todos los aspectos ligados a este tipo de experiencia. El Café Diario habló con ella sobre esta tendencia.

Valeria Schapira: «La soledad tiene mala prensa».

¿Cómo fue el inicio del proyecto?

A nivel profesional lo armé después de la muerte de Joy, mi perro, mi hijo peludo. En realidad, desde que tengo 17 años, viajo sola por el mundo. En una época estuve casada y estuvo bueno porque a mi ex le gustaba mucho manejar y nos recorrimos toda la Argentina en auto, pero te diría que el grueso de mi vida he estado sin pareja, la mayor parte ha sido sola.

Pero con animales.

Sí, también he viajado con mi perro, por eso hay podcast de viajar con animales. Cuando murió Joy, no tenía ganas de hacer cosas que había hecho toda la vida, como escribir libros y trabajar en medios. El proyecto nació con un viaje a Ushuaia, la ciudad madrina, después nació el podcast junto con el perfil en Instagram.

Como un prejuicio del sentido común, a veces se equipara el hecho de viajar sola como sinónimo de estar triste…

Es uno de los tantos prejuicios. En realidad, la soledad tiene mala prensa, a mí me miran de toda la vida. Hago cosas sola y siempre sentí como esa mirada de compasión y pena, «pobre mina, nadie la quiere». He tenido situaciones y escrito un montón sobre el tema. Recién separada, me fui a un club Med que fue una de las mejores vacaciones de mi vida, me levanté un estanciero y fue espectacular. La mirada de la gente era de pena y estaba con un tipo que estaba bárbaro. Te puedo contar miles de ejemplos.

Terrible la mirada ajena.

En ese viaje escribí una columna ‘Disculpe, no quería molestar’, que trataba de la mirada de las minas que, estando en pareja, se encuentran con una mujer sola, sobre todo si es joven y bonita, «mi marido la está mirando y me lo va a quitar». Tu marido se va a ir si tiene ganas de irse. En un verano que viajé mucho, estaba refeliz en el Glaciar Perito Moreno y un tipo me bardeó. Me quedé pensando en ese humor que agrede, cómo la mujer sola interpela a la gente.

Valeria de paseo por el sur argentino.

¿Qué llevó a este hombre a exponerte de esta forma, mencionando tu apellido?

La impunidad de la gente con la persona pública que tiene algún grado de exposición, de decirte cualquier cosa en la cara. Como trabajo en medios, me pasó toda la vida. Él quiso hacerse el gracioso delante de su mujer, pero fue una forma de agresión y vi la vergüenza en la cara de ella. Un hombre lo hubiera calzado a él de una trompada. Creo que el machismo está muy vigente, aunque no se verbalice tanto porque hoy al machirulo se le salta a la yugular.

Una agresión gratuita.

Pero está esa cosa de la solterona como pobre fracasada, que no consiguió nada, con lo cual la deconstrucción es mucho más lenta que su verbalización. Yo estoy acostumbrada a este tipo de planteos, incluso de gente que quiero y me quiere mucho. El otro día una persona me dijo: «Vos, que sos tan inteligente, ¿por qué no te gusta juntarte en vacaciones con la familia?» ¿Por qué está bien visto socialmente ir como los Campanelli? 

La soledad y la estigmatización

En uno de tus escritos, señalabas que cuando vas a comer sola, te ubican en la mesa junto al baño porque ocupás una mesa para dos. A tu modo de ver ¿situarte en esa mesa o asignarte una habitación cobrándotela más cara es una cuestión social o económica?

Es un mix de ambos, basado en creer que las personas que viajan tienen pareja, porque naturalizan ciertas cuestiones sociales. Aunque está cambiando, en Europa yo había empezado a ver no habitaciones singles, que son un cuento chino porque salen un 20 por ciento menos que una doble, sino un fenómeno incipiente, no muy extendido del «individual room», una habitación más pequeña en dimensiones, para una persona sola.

Valeria Schapira: «Está esa cosa de la solterona como pobre fracasada, que no consiguió nada, con lo cual la deconstrucción es mucho más lenta que su verbalización».

Muy interesante.

Con el tiempo se va a institucionalizar, porque las mujeres y hombres que viajan solas son cada vez más, así como en un momento nació el turismo LGBTTQ+.

Me quedé pensando en los prejuicios respecto a la soledad. ¿Son relativos a los viajes o la vida en general? 

Siempre estuvo presente y aún sigue vigente una mirada estigmatizante sobre quien está solo por opción o las circunstancias de la vida que lo ponen en ese lugar. Hace 15 años saqué mi libro ‘Monólogos de una mina sola’ que escribí recién separada. Actualmente me escriben pibas de veinti y treintaypico, agradeciéndome «no sabés el bien que me hiciste» por hablar del sábado a la noche comiendo el pote de helado, llorando y esperando al tipo. Eso no lo hago más. Es un libro demodé porque no me quedo esperando ni llorando.

Pero sigue sucediendo.

Sí, sigue ese pensamiento de «mis amigas están en pareja y no tuve hijos, qué va a ser de mi vida»… Y nada, vas a tener una vida hermosa si te la planteás. Imaginate la mirada social en Rosario de donde soy, periodista y una figura pública, decían «la Schapira está loca». Ha pasado el tiempo, hoy la gente se pinta el pelo de naranja, pero la soledad aún tiene mala prensa porque la libertad que supone la soledad interpela al otro sobre su propia vida y sus cárceles.

Lo confronta.

Ahí radica la incomodidad. Esta mina está sola pero bien, leyendo un libro y tomando un daiquiri y yo estoy con alguien que no aguanto más. Hay parejas que están bien, pero otros están en pareja por costumbre y mucho pánico.

¿A qué creés que se debe ese pánico? 

Hay un tema que es la vulnerabilidad existencial. Yo tuve un terapeuta al que quise mucho y que me decía «todos estamos solos». Estar con un otro otorga una falsa seguridad y el viaje expone aún más esta vulnerabilidad existencial. La vida es un viaje en el cual nacemos y nos vamos solos, aunque parte del camino lo hagamos acompañados.

Antes o después, estamos solos.

Yo viajo sola porque estoy sola en los momentos que quiero y cuando quiero estar con gente, me sumo a las invitaciones, pero no sigo la alegre comparsa. Están buenos estos debates porque desnudan la hipocresía social.

En cuestiones prácticas ¿qué les sucede a las mujeres que viajan solas? 

Los riesgos son mayores y hay que ser muy cuidadoso, de todos los modos los riesgos son iguales en todo el mundo, que puede ser amable u hostil. Me han robado en Inglaterra, dormida en un tren. Llegué de noche a Europa del Este y, ante la pregunta del taxista de por qué estaba sola, repliqué que mi marido me esperaba en el hotel. Te expone mucho más, pero es la vida misma.

¿Qué hubiese pasado si un hombre de acercaba a la misteriosa Irene para evidenciar su soledad con tamaña agresividad? Es una soledad que genera paz, dudas ocasionales sobre el rumbo de la vida y necesidad de tomar recaudos lógicos al viajar ante variados riesgos. Sobre todo, genera dudas acerca de quién es uno y qué implica estar en compañía.