Ricardo Halac: «La supervivencia del teatro está garantizada»

Por Guillermo Tagliaferri ([email protected])

Edición: Florencia Romeo ([email protected])

Marcados, de por vida es una obra teatral ambientada en 1650, en la España del Siglo de Oro, inspirada en la vida del prolífico dramaturgo Juan Bautista Diamante. Este, junto a su amante, la bailarina María, deben disimular su origen judío ante las visitas de Fermín Sánchez, enviado por el Santo Oficio de la Inquisición, que remiten a una de las tantas épocas nefastas de la historia de la humanidad, que plantea el interrogante: ¿Hasta dónde podemos ocultar quiénes somos y lo que pensamos?

Con las sólidas actuaciones de José EscobarCarla Di Amore , desarrollando su capacidad para actuar, cantar y bailar, y Lizardo Laphitz, la obra escrita por el laureado Ricardo Halac y puesta en escena y dirección del mismo Laphitz, retrata esa historia de amor entre dos judíos conversos al catolicismo, en tiempos de persecución religiosa en España y la crueldad de la Inquisición.

Marcados, de por vida, estrenada el 14 de abril y con funciones todos los viernes en el porteño teatro El Ojo, culmina la Trilogía Judeo-Española escrita por Ricardo Halac, con Mil Años, Un día, de 1993 (presentada en el teatro San Martín, y ganadora del premio María Guerrero), sobre la expulsión de los judíos de España, y La Lista, de 2016, (presentada en el auditorio Losada, y ganadora del Premio Argentores), sobre la vida de los judíos encubiertos en las colonias.

Halac, el dramaturgo, y los protagonistas de la obra -Lizardo Laphitz, Carla Di Amore y José Escobar- en el teatro El Ojo. Foto: @guilletaglia.

En esta nueva obra, Halac se detiene en una última etapa de esta larga historia. Para eso, toma como base un episodio de la vida de Juan Bautista Diamante – contemporáneo de los escritores y dramaturgos Lope de Vega y Calderón de la Barca y del pintor Diego Velázquez, citados en la obra-, quien estrenaba sus creaciones en el palacio del rey, pero con la sospecha de que sus trabajos no tenían la correspondiente difusión por su condición de converso.

La vitalidad y la experiencia del dramaturgo

A los 88 años, Ricardo Halac luce vital, enérgico y con ganas de hablar de Marcados, de por vida con El Café Diario. Sus antecedentes como autor de numerosas obras de teatro, varias de ellas premiadas y elogiadas por crítica y público, y también de cine y televisión, sus pasos como director del Teatro Nacional Cervantes y el Centro Cultural Chagall, su vicepresidencia en Argentores, la cantidad de distinciones recibidas durante su trayectoria, su participación en el recordado ciclo Teatro Abierto, aquella contrarrevolución cultural en tiempos de la última dictadura militar, lo convirtieron en una personalidad ilustre del espectáculo y sus opiniones valederas. La charla con la prensa, tras la presentación de Marcados, de por vida, lo ratificaron.

¿Cómo surgió el interés por la temática de la obra?
Me interesa mucho este tema, porque ya no hay más conversos, así como también ya no hay ciertas etnias de indios, con el tiempo desaparecieron. En España había en el momento de la expulsión de los judíos, en 1492, se calcula alrededor de 300.000 habitantes y por la persecución se fueron cien mil a países cercanos, como Marruecos o Francia, porque pensaban que moría la reina Isabel y volvían.

El regreso se hizo largo, sin embargo, ¿no?

Fue como cuando se fueron muchos republicanos españoles huyendo de Franco, la mayoría a México. Allá no compraron muebles, argumentando ¿para qué?, si vamos a volver enseguida, pero… Franco se quedó 30 años. Volviendo a los judíos y conversos expulsados de España, muchos se fueron a Turquía, llamados por el sultán porque sabía que eran buenos comerciantes y gente inteligente. Muchos se quedaron para siempre y siguen sus descendientes muchas generaciones después. Tuve la suerte de visitar Turquía, que es un país hermoso, y Estambul, una ciudad increíble, donde charlando con un descendiente me dijo: «La reina Isabel nos echó y estamos acá, como si no hubiesen pasado cinco siglos«. La historia tiene esas cosas. 

Ricardo Halac abarca un tema que lo apasiona: la persecución de los judíos en España. 
Foto: @guilletaglia.

¿La obra contiene algún rasgo personal?

Escribí esta historia a partir de varios hechos, fundamentalmente personales también. En la Revolución de Mayo, el alcalde de primer voto se llamaba Martín de Álzaga y mi segundo apellido, el materno, es Zaga. Al es un prefijo árabe, y yo siempre sospeché que Martín de Álzaga es uno de los que la Inquisición no agarró y alcanzó a huir de España, y se convirtió. Es parte de este suelo: vinieron inmigrantes, se mataron indios…, en fin, toda la historia que conocemos.

El tema de los conversos lo atrapó por varios lados.

Es un tema que me interesa. Otra cosa curiosa es que se casaron conversos y sus hijos eran conversitos. Parece un chiste, pero fue la realidad. Se heredaba la condición de converso, pero no terminaban de ser cristianos y tampoco podían volver a ser judíos. Entonces, ¿qué eran? Me pareció una situación muy curiosa. A mí lo que me angustia de los conversos es que no tenían un lugar, los querían convertir y ellos tenían su bagaje y, por ejemplo, su forma de preparar ciertas comidas o celebrar sus fiestas, que les obligaron a cambiar.

Los apuntados por la Inquisición eran personas de alto poder económico, en la obra queda marcado que no se ocupaban de campesinos pobres. ¿Era así?

Sí, la Inquisición sólo detenía a personas que tenían plata, no detenía a cualquiera. Por eso, en los territorios americanos, estaban en Lima y Cartagena de Indias, lugares donde se concentraba el poder económico.

Durante el preestreno de Marcados, de por vida, notamos que usted se rio en algunos lapsos.

Sí, es cierto. No se olviden de que, mirando la obra, soy un espectador más. Siempre me río en todas las obras que escribí. Lo notan y me lo dicen los actores y les digo que en ese momento yo soy un espectador. El teatro es una cosa hermosa y genera estas reacciones. No se va a perder nunca, por más que haya inteligencia artificial o televisión. Este contacto humano es irremplazable. La supervivencia del teatro está garantizada, no sé si en grandes salas o pequeñas, pero va a seguir por siempre. Claro que ofreciendo buenos espectáculos. 

El dramaturgo, la bailarina y el inquisidor, en escena. Foto: Nacho Lunadei.

¿Encontró algún motivo a la decisión de España de perseguir a los judíos?

Es una pregunta que a mí me surgió desde el principio: ¿Por qué tenía España esa necesidad de echar a los judíos? Lo estudié mucho y no encontré una respuesta válida. El cristianismo, en el siglo IV, era una secta, como el judaísmo, ambos iban a las mismas sinagogas, tenían ritos parecidos y otros diferentes. Hubo un momento bien dibujado en la novela Margot, de Margaret Yusenau, en que nadie más creía en los dioses. Eso me parece fantástico, dejaron de creer en los dioses romanos, como lo cuentan Tácito y otros autores. Entonces, los hombres ricos de Roma traían dioses de Egipto y de otros países, y se empezaba a creer en cualquier cosa. Cuando la hija del emperador Constantino se convirtió al cristianismo, para parar ese caos su padre decidió que esa fuera la religión oficial del imperio romano.

¿Y así el cristianismo empezó a ganar poder y se expandió luego a España?

Fue una cosa complicada, se hicieron reuniones con representantes del cristianismo, porque había que armar la doctrina, definir en qué creían, qué se podía hacer, qué no se podía hacer, qué celebraciones y en qué fechas realizar. Se decidió la estructura. Lo grave fue que el cristianismo nació como una misión de estado. Yo no soy cristiano, aunque reconozco que hay grupos dentro del cristianismo que no son así y eso es evidente, el Papa actual es un ejemplo. A partir de esa época, a lo largo de la historia, el cristianismo siempre ha tratado de estar en el poder, así que no es extraño que cuando los españoles terminaron de vencer a los árabes en la última batalla de Granada, agarraron el poder y no quisieron que nadie se lo cuestionara. 

Las persecuciones y la intolerancia, por distintos motivos, es un hecho que lamentablemente sigue vigente en el mundo.

Lo que está pasando actualmente en Europa lo demuestra. En Italia hay un promedio de un inmigrante asesinado por día, en Alemania muchos albergues para inmigrantes han sido quemados.

¿Nota alguna otra coincidencia con el presente?

La obra transcurre en el siglo XVIII y los filósofos franceses del siglo pasado lo calificaron como antecesor de la época que vivimos, una sociedad de vigilancia y control. Nos guste o no nos guste, hoy estamos todos vigilados, saben todo de nosotros, nos vigilan de todas maneras, nos siguen con las cámaras.

En el caso de los judíos y los conversos, ¿cambió la situación en España?

Hace unos años fui director del Teatro Cervantes y justo vino de visita quien ahora es rey de España. En ese momento él era un muchacho de 22 años y llegó, con un séquito, para conocer el Cervantes, que es una joya arquitectónica. En su comitiva estaba el representante de la comunidad sefaradí, que son alrededor de 30.000. Como yo soy sefaradí, nos quedamos charlando en mi despacho. Me explicó que estaba en marcha una política abierta al judaísmo y que estaban regresando a España muchos sefaradíes. Me contó varias anécdotas y en una de ellas me comentó que le pidieron al gobierno español poder administrar algunas sinagogas. Y el arzobispo que tenía a su cargo los lugares religiosos de Toledo, durante la reunión le dijo: «Esto es interminable, echamos a los judíos y ahora volvieron; les sacamos las sinagogas y ahora se las damos de vuelta«. Todo se va repitiendo con nombres diferentes.

El trabajo de los tres protagonistas de la obra es impecable, ¿coincide?

Totalmente. Además, con Lizardo Laphitz somos muy amigos y venimos trabajando juntos desde hace mucho, es uno de los grandes directores y ya montó varias obras mías.

Marcados, de por vida

Teatro El Ojo

Tte. Gral. Juan Domingo Perón 2115, CABA

Viernes a las 20.30

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