Por Roberto Martínez ([email protected])
El Laboratorio Pfizer proclama que su vacuna, desarollada junto a BioNTech, tiene un 95% de eficacia para combatir el coronavirus. El engranaje se pone en marcha. Los medios masivos de comunicación funcionan como amplificadores. El resto lo hace la necesidad de las personas, deseosas de aferrarse a una información tan ansiada como bienvenida para empezar a recuperar por lo menos parte de la normalidad que han perdido en 2020. Detrás del anuncio, sin embargo, subyacen puntos sobre los que es conducente poner el foco.
El poder de los laboratorios
Los laboratorios importantes ejercen un poder tan abrumador como silencioso. La novela ‘El Jardinero Fiel’, de John le Carré, publicada en 2001 y llevada al cine en 2005 con actuaciones sobresalientes de Ralph Fiennes y Rachel Weisz, expone las atrocidades que manan de esa posición de poder. 15 años después del estreno de ese film, cabe preguntarse, entre otras cosas, por qué Pfizer condiciona a los países para esquivar indemnizaciones millonarias en el caso de que su vacuna provoque los peores efectos secundarios.

En el Reino Unido, por ejemplo, el gobierno británico ha incluido a la Ley de Pagos por Daños causados por Vacunas lo que pueda suceder tras la aplicación de la de Pfizer, de manera tal que sólo exista un único pago de 125 mil libras como indemnización para cualquier persona que sufra daños permanentes tras haberla recibido.
El Reino Unido se ha convertido en un centro muy importante de transmisión de COVID-19, razón por la cual gran parte de Europa bloquea desde hace unos días los vuelos desde y hacia ese país, al punto de cerrar el espacio aéreo para evitar la propagación del virus. La necesidad extrema ha llevado al gobierno británico a aprobar en tiempo récord la aplicación de la vacuna de Pfizer. Y aunque la vacuna de Rusia llegará antes al país, también ha ocurrido algo similar con el argentino.
Ginés González García, ministro de Salud de la República Argentina, manifestó su malestar para con Pfizer, y si bien no hizo públicas las razones de su contrariedad, el médico sanitarista Jorge Rachid, asesor del gobierno de la provincia de Buenos Aires, sí se animó a hacer una denuncia pública: «Pfizer nos pidió glaciares y territorios para ejercer la pesca libremente, es decir, solicitó garantías con bienes inembargables«.
Haya sido la especulación del Laboratorio Pfizer para girar menos dosis de las convenidas en un principio, o acaso por el hecho de que Argentina pueda no ser un comprador tan fuerte, o quizá por la presión que el mismo Laboratorio ejerce para evitarse el pago de indemnizaciones, no hay medio de comunicación que ponga en tela de juicio sus manejos, ni trascienden las cifras que la farmacéutica ingresa a base de los acuerdos que firman sus ejecutivos con cada país.
Una pregunta se clava en la diana. ¿Por qué una empresa que anuncia que su vacuna tiene el 95% de eficacia y es tan buena, busca cubrirse y erogar su responsabilidad en las naciones?

La huella del peligro
El historial reciente de Pfizer está plagado de multas cuantiosas y juicios importantes. El Dr. Ben Osborn, de Pfizer en el Reino Unido, consultado por Shaun Lintern, periodista del diario Independent de ese país, pone énfasis en que «no estamos revelando ninguno de los detalles sobre ninguno de los aspectos de nuestro acuerdo, ni específicamente sobre las cláusulas de responsabilidad«.
Mientras tanto, las previsiones del Departamento de Salud y Asistencia Social (DHSC) del Reino Unido prevén que la capacidad hospitalaria de Londres, capital de Inglaterra, estará saturada antes del 10 de enero, Pfizer se cubre porque después de haberse quemado con leche, ahora no quiere llorar en el caso de que una vaca se cruce en su camino. El producto que ofrece debe actuar bajo una condición demasiado peculiar: necesita mantenerse a una temperatura de 70 grados bajo cero. ¿Por qué debe mantenerse a semejante temperatura? Se ha conocido que la vacuna de Pfizer incluye componentes nanotecnológicos que no han sido utilizados nunca antes en la historia de la medicina.
En octubre de 2008 Pfizer anunció el pago de 894 millones de dólares para hacerle frente a la cantidad de demandas interpuestas por sus medicamentos Bextra, un analgésico, y Celebrex, para tratar la artritis. Unos meses después, ya en 2009, Pfizer debió pagar una multa récord de 2300 millones de dólares en un acuerdo extrajudicial por sobornos y más prácticas comerciales fraudulentas con sus productos. La historia finalizó 8 años después, con el pago de otros 486 millones dólares a los accionistas que demandaron a la farmacética estadounidense.

Formas diferentes
Al revisar estos antecedentes, se comprende por qué la empresa norteamericana, tras evaluar el contexto actual de necesidad global, busca retener una posición de poder para evitarse tener que hacer frente a probables nuevas demandas por los efectos colaterales que pueda provocar la aplicación de su vacuna. Cabe recordar que hay mucha preocupación acerca del efecto que la vacuna de Pfizer causa en los pacientes con antecedentes e historial grave de alergias. No obstante, el ensayo más grande que ha realizado Pfizer con su vacuna lo ha hecho en el Hospital Militar de la República Argentina.
Si bien las vacunas que se desarrollan para hacer frente al coronavirus tienen algunos puntos en común, los laboratorios y los países que los apadrinan tienen una manera de actuar muy diferente. Mientras que Rusia parece haber puesto a disposición del Gobierno argentino la vacuna Sputnik V que produce el Instituto Gamaleya sin haber especulado ni haber ejercido presiones, y mientras se aguarda por la evolución de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, sobran pruebas en internet acerca del historial frondoso de fraudes, juicios y arreglos extrajuidiciales de Pfizer.