Por Federico Esteban ([email protected])
Las primeras elecciones en condiciones democráticas celebradas en Argentina han sido las del 12 de octubre de 1916, cuando Hipólito Yrigoyen logró imponerse y convertirse en presidente de la Nación.
No obstante, las denominadas “condiciones democráticas” no eran tales, ya que un pedazo del país no había votado: las mujeres. No porque no hubieran querido, sino porque no estaban habilitadas. La razón: las desigualdades de género.
La lucha por el voto
Para poder ejercer su derecho a voto debieron esperar hasta el 9 de septiembre de 1947 cuando, durante el gobierno de Juan Domingo Perón pero con la invaluable labor de Eva Duarte ‘Evita’, se aprobó la Ley 13.010 de sufragio femenino.

Fue entonces que para las elecciones de 1951, ese pedazo de la Argentina invisibilizado en la política comenzó a tener su protagonismo merecido en la escena social.
Una nueva lucha
A 73 años de conseguido ese derecho, las mujeres siguen peleando por más. Siempre han sido desconsideradas, un colectivo que no debe estar en la política, a la sazón local, ámbito reservado originalmente a los hombres.
El imaginario social que situaba a la mujer afuera de la escena de los grandes debates, se terminó, y ahora ellas reclaman el lugar que también consideran suyo. Su lucha está en marcha porque han puesto en valor que aún les faltan cosas por conseguir.
La desigualdad en números
Un informe del Observatorio Nacional MUMALÁ (Mujeres de la Matria Latinoamericana) refleja una desigualdad que se palpa. «Queríamos ver primero cuánto se había avanzado desde aquella consagración del voto femenino y cuánto habíamos avanzado las mujeres y las disidencias en ocupar espacios de toma de decisión», indica Victoria Aguirre, la coordinadora de la organización en la Ciudad de Buenos Aires, sobre el objetivo del estudio en diálogo con El Café Diario. «La realidad nos mostró que estamos muy lejos de lograr la paridad», advierte acerca de los resultados alcanzados.

Tal como expresa la realidad, en la Cámara de Diputados, de 257 legisladores/as, 110 son mujeres, es decir, un 43%. En el Senado, la situación empeora: de 72, 28 son mujeres, es decir, el 39%. Por lo tanto, de un total de 329 funcionarios/as, la participación femenina es del 42%.
En las provincias, la paridad disminuye aún más desoyendo las Leyes de Cupo (24.012, sancionada en 1991, que garantiza un piso mínimo de participación política de las mujeres), y de Paridad de Género (participación en igualdad con los hombres en las listas para cargos públicos).
En concreto, las legislaturas provinciales tienen 1.198 legisladores/as en las 23 provincias más la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de los cuales, 441 son mujeres, lo que arroja un 37% de presencia femenina.
Finalmente, respecto a la situación en cada uno de los municipios, MUMALÁ releva tres Consejos Deliberantes de cada provincia. De este modo, de 69 órganos y a partir de 831 concejales/as, las mujeres constituyen un 40% de presencia (336). Una de las problemáticas que encuentra la organización es que no existen ordenanzas municipales que obliguen a la paridad en los ámbitos legislativos de los Estados locales.

La Justicia no se diferencia
Sin embargo, tal como puntualiza Aguirre, «en el Poder Ejecutivo y en el Poder Judicial es donde se nota que los espacios están reservados para los varones». Sobre ello, explica: «tenemos sólo dos gobernadoras mujeres en todo el país y seis vicegobernadoras, con lo cual el porcentaje de participación termina siendo muy poco».
La abogada y coordinadora de MUMALÁ, se refiere a los casos excepcionales de Arabela Carreras, mandataria en Río Negro, y de Alicia Kirchner, en Santa Cruz. Asimismo, subrayar que Argentina ha tenido sólo dos presidentas mujeres: Isabel Martínez de Perón (1974, tras el fallecimiento de Juan Domingo) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). Mientras que en los municipios, de 1.215 relevados, 139 son intendentas, esto es un 11%.

«Esto significa que todavía nos falta y hay que entender cómo esos lugares necesitan ser tomados desde una perspectiva más amplia a la hora de poder pensar las políticas públicas que precisamos», explica Aguirre.
Empieza a cambiar, un poco
Además, la coordinadora pone la lupa en lo que pasa en los Ministerios: «hay un sesgo respecto a cuáles son los roles a los que históricamente nos limitan, que son el cuidado y la protección. Entonces nos consideran aptas para Educación, Salud y Desarrollo Social».
Sin embargo, señala, la tendencia empieza a cambiar. Sabina Frederic, al frente del Ministerio de Seguridad, es un ejemplo de ello.
Un dato también a tener en cuenta, precisa el informe de MUMALÁ, es que «sólo en 2 provincias (Buenos Aires y Córdoba) existen Ministerios de Mujeres y Diversidad. Es decir que aún cuando los discursos institucionales suenan más inclusivos resulta marginal la presencia, en la cúpula de la estructura funcional de los gobiernos, de organismos responsables de las políticas de género».
En la Justicia, la presencia de las mujeres no es diferente. En la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de cinco integrantes, una sola es mujer. Mientras que de 24 Tribunales provinciales analizados, de 135 magistrados/as, 42 marcan la presencia femenina (31%).
Enseñar la igualdad
«Falta una mirada amplia de poder entender a las mujeres, y disidencias como actoras políticas con capacidad de discutir todos los temas», asegura Aguirre.
Por otro lado, se refiere a la Ley Micaela, que establece la capacitación en perspectiva de género de todos aquellos funcionarios y funcionarias que trabajan en el Estado. Ante esto, hace un pedido especial: «pedimos que la Ley Micaela sea trasladada a la sociedad civil porque necesitamos que la sociedad comprenda de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género y que no va más la clasificación entre hombre y mujer. Hoy hay diversidad y un montón de géneros que se manifiestan y que son parte de esta sociedad, que tienen que ser incluidos».
La inclusión con protagonismos en la sociedad y la participación en la política aún son dos objetivos que ocupan a las mujeres. A 73 años de la aprobación de la Ley de Sufragio femenino y a 69 del primer voto ejercido por las mujeres, la deuda sobre la paridad de género en el poder, persiste. Que la transformación sea completa es cuestión de tiempo. La revolución ya está en marcha.