Monstruos domésticos: pasado y presente de las mujeres

Por Silvina Ghiselli ([email protected])

Lo doméstico (del latín «domus«) significa «casa» o «lo hogareño». En ningún momento se habla de mujer-casa, de lo que corresponde a ellas. Sin embargo, por muchísimo tiempo, ese vínculo ha sido indestructible.

‘Monstruos domésticos y literarios en la obra de las hermanas Bronte y Elizabeth Gaskell’ es el curioso título bajo el cual el estudioso Antonio Ballesteros González decidió ilustrar una parte de esa relación durante un ciclo de conferencias sobre literatura femenina de la época victoriana.

La loca en el desván

«El ángel del hogar», «mucama y esposa», cuenta Ballesteros que recitaba el poeta Coventry Partmore en su obra de 1854 ‘The angel in the house’. Así marcaba el sendero en el que la mujer debía permanecer; y si bien las ricas tenían ciertamente mejor vida que las pobres, lo doméstico seguía siendo predominante.

Aquellas que contaban con una buena educación podían ir a enseñar, comúnmente a los conventos. Y si no, siempre estaba la loca en el desván. Hasta en las mejores familias podía haber una Bertha Mason. Ese personaje creado por Charlotte Brontë en su novela Jane Eyre’, que en contra de su voluntad es encerrada en un desván por años, representó lo que podía ocurrir si por una u otra razón la mujer no cumplía con su destino exacto; si por una u otra causa no quería o no podía ser el ángel del hogar.

Charlotte Brontë

Otro caso del otro hemisferio es el que deja ver la historiadora argentina Araceli Bellota. En su curso virtual ‘Las mujeres en la historia argentina’ habla del rol de la mujer durante el siglo XIX en su país. Y lo cierto es que, salvando las distancias, dicho rol en muchos aspectos no difería tanto del de las inglesas.

Vuelve a aparecer lo doméstico, el convento, e incluso una especie de Bertha Mason. No se trata de una loca en el desván, sino del asunto de la monja loca. Así se llamó a la «misión» emprendida durante 1822 para evaluar «el estado físico y moral» de Sor Vicenta Álvarez, quien siendo muy joven ya presentaba «rasgos de frenesí» en su comportamiento, según cuenta la familia.

Sus padres la enviaron al convento de Las Catalinas para que pudiera recomponer su vida, pero allí se agravó aún más. De este modo, Vicenta pasó rápidamente del hogar al convento y de nuevo al hogar, ese del que nunca volvería a salir.

Monasterio e iglesia Santa Catalina de Siena

Monstruos domésticos actuales

En el presente ha cambiado mucho -aunque no gracias a la espera pasiva- pero, lamentablemente, un gran número de mujeres siguen relacionadas a lo doméstico. Entre otras, las que hoy se denominan empleadas domésticas.

¿Por qué no es habitual escuchar hablar de «el mucamo», «el señor que limpia», «el señor que cuida abuelxs» o «el niñero»? Quizá porque es uno de los trabajos más precarizados que existen. Entonces, hoy el hogar no es el único camino, pero el vínculo casa-mujer, aunque mutado, permanece.

Una investigación reciente de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA) y el CONICET visibiliza que sólo un tercio de las trabajadoras domésticas de Argentina continúan cobrando su salario en cuarentena. También muestra, entre otros datos, que el 70% percibe su remuneración en negro y que un 55% no tiene ningún otro ingreso.

El tiempo corre y cambia algunas cosas, pero no todas. Los monstruos domésticos siguen allí, más débiles pero aún allí, agazapados, para que nadie olvide que mujer y hogar continúan relacionándose por inercia, de un modo cruel, insensible e injusto.