Por Bárbara Guerschman ([email protected])
Desde el cielo, el Amazonas se parece a un inmenso colchón verde, naturaleza pura preservada de los peligros humanos. ¿Hay algún lodge allí?
Para los personajes de la película ‘Jugando en los campos del señor’ (1991) dirigida por el argentino Héctor Babenco, basada en la novela homónima de Peter Matthiessen, ese territorio es objeto de conquista al considerarse que está ocupado por los Niaruna, catalogados como indios «salvajes» que ameritan ser conquistados.
Esa conquista implica la contratación de dos mercenarios para masacrar una tribu de Niaruna en el medio de la selva y así recuperar su permiso para volar. Por otro lado, también prevé el esfuerzo de dos misioneros y sus respectivas esposas para evangelizarlos.
Naturaleza vs. urbanidad
Si el Amazonas u otros territorios son considerados como sinónimo de naturaleza es porque hay una categoría opuesta, que es lo civilizado. Tanto sea para conquistarla sin miramientos como para preservarla como un tesoro, la naturaleza no sería clasificada como tal si no existiera lo urbano como entidad contrapuesta.
Esa oposición está presente en gran parte en la organización de los lodge distribuidos en diferentes sitios de Argentina y del mundo. La palabra -que tiene diferentes acepciones, como cobertizo, refugio o cabaña- comenzó a utilizarse en Kenia para designar los hoteles situados en Parques Nacionales, que alojan a pocas personas.
Sumado a lo reducido del hospedaje, este tipo de hoteles se caracterizan, además, por la intención de generar el menor impacto ambiental posible, su lejanía de centros urbanos y por el desarrollo de actividades orientadas al descubrimiento del entorno como caminatas, excursiones en balsas, o avistaje de aves.

La experiencia en un lodge, término que no coincide necesariamente con los hoteles boutique situados en entornos urbanos, supone más dimensiones que las señaladas previamente. Algunas de ellas son mencionadas por María Laura Alcaraz, dueña y administradora junto con su marido, Adrián Heredia, de la Surucuá Reserva y EcoLodge, situado en la selva misionera, a 25 kilómetros del pueblo de Comandante Andresito.
Personalización y producción local
Caminando por las pasarelas del lodge, mientras espanta los mosquitos, María Laura Alcaraz señala respecto a las características de Surucuá: «en nuestro caso, tratamos de mostrar todo lo que hay en la naturaleza. En las pasarelas te muestro el piso, tratamos de dejar los árboles todo lo que pudimos, y ser lo menos invasivos posible. Como son alojamientos muy pequeños que reciben pocos pasajeros, la atención es súper personalizada. En nuestro caso, somos ultra pequeños, me parece que demasiado (risas) tenemos sólo cuatro habitaciones, nuestra máxima ocupación es de entre diez y doce personas».
En realidad, no planearon hacer un alojamiento tan pequeño, sino que la realidad se impuso sobre el deseo: «en su momento nos alcanzó el presupuesto para eso y todavía no pudimos agrandarnos».
Otra característica de estos alojamientos es que ofrecen comida regional autóctona, con ingredientes del lugar en lo posible: «nosotros no cosechamos nuestros alimentos pero les compramos a nuestros vecinos lo que está de estación. Por ejemplo, si los ananás están a full, todo el día ananá, desayuno y daiquiri de ananá. La idea es contagiar el amor por la naturaleza y ayudar a nuestros vecinos. Por ejemplo, una vecina hace las mermeladas para el desayuno, le compramos las frutas y las mandiocas, y también están las ferias francas».

Lo que señala María Laura Alcaraz acerca del menú del lodge tiene que ver con el «consumo responsable» como modelo, que apunta a generar el menor impacto posible sobre el medio ambiente. Más concretamente, hace referencia al consumo local, cuyo propósito principal al ahorrar en transporte es recurrir a productores locales para elaborar un producto, con el fin de generar menos emisiones de gases.
Por otra parte, el mencionado consumo de productos de temporada contribuye al desarrollo de la economía local, y la creación de puestos de trabajo.
En busca de la desconexión
Como se dijo previamente, bajo la premisa de que la naturaleza es considerada actualmente un recinto que la especie humana está constantemente violentando e invadiendo, las actividades que se llevan a cabo en los lodge o ecolodge tienen por objetivo conocer ese espacio y fusionarse con él.
María Laura Alcaraz señala, como si se dirigiera hipotéticamente a ese espacio: «te estoy usando porque somos unos intrusos, estoy viviendo gracias a vos, pero tratando de ser lo menos invasiva. En la reserva hay muchos senderos de varios kilómetros y a un kilómetro y doscientos metros del lodge está el Río Iguazú superior (…) Entonces la idea es que, a través de los senderos, vayamos conociendo la selva y hagamos avistaje de aves. Además hacemos una travesía de kayaking por el río».
En el sitio Web del lodge hablan de la necesidad de desconectarse. ¿De qué debería uno desconectarse?
De la locura de la vida urbana, el sistema robótico en el cual vivimos. Cuando les doy la bienvenida, siempre les digo a los huéspedes que están en un lugar especial y alejado. Si viniste hasta acá a buscar naturaleza, entonces desconectate. Dejá el celular. O si lo llevás, que sólo sea para tomar imágenes o filmar. Las personas logran desconectarse, siempre y cuando se queden por lo menos dos noches, algo que no todos pueden. Nosotros pretendemos realmente que la desconexión forme parte de la experiencia. Por lo menos para mí que estoy entrando en el mundo del yoga, tratar de conectarme desde los sentidos.
¿Cuál es la política respecto a los huéspedes? Por ejemplo, hacia los niños, ya que otros lodges no aceptan menores.
Lo ideal es que no vengan niños tan pequeñitos porque no es un lugar que esté acondicionado para ellos. Por ejemplo, no tenemos cunas, sillas altas para las mesas ni sala de juegos. Vos te querés desconectar, pero la realidad es que estamos en un área natural donde la semana pasada, por ejemplo, nos encontramos con una serpiente. No es común, pero puede pasar. Entonces, tenés que estar siempre atento, pero no a modo de expresar miedo o algo así. Hay avispas, hay abejas, es un lugar silvestre. Lo que recomendamos es que vengan niños a partir de los 10 años, que puedan comprender lo que se explica en una caminata.
La naturaleza según Occidente
Como forma de consumo recreativo del tiempo libre y el turismo, el lodge como establecimiento remite a varias cuestiones y todas estas recaen -como los caminos a Roma- en la valoración positiva de la naturaleza. Ya sea que se trate del Amazonas, bellamente filmado por Babenco, que el mercenario (interpretado por el actor Tom Berenger) se resiste a mancillar, o ya se trate de las Cataratas del Iguazú, es importante tener en cuenta que la naturaleza es una construcción occidental basada, según el antropólogo francés Philippe Descola, en su inevitable contraparte, que es la cultura.
Si es preciso ir a Surucuá u otro lodge para desconectarnos, es porque no podemos evitar el hecho de vivir en ciudades. Si es necesario respetar la naturaleza, es porque formamos parte de una época en la cual se avanza todo el tiempo sobre ella. Si se debe insistir en dejar el celular para conectarse con los sonidos de la selva, es porque, como seres urbanos, carecemos del entrenamiento para percibir el trino de un pájaro, a diferencia de otros seres que ni siquiera lo consideran como parte de esto que es, justamente, la naturaleza.