Por Facundo Torres ([email protected])
Los incendios en las islas del río Paraná siguen sin dar tregua y la devastación ecológica producida por seis meses de fuego ya alcanza tristemente la categoría de un «ecocidio». Según la ONG ecologista Naturalistas Santafesinos, son más de 60 mil hectáreas de humedales las afectadas por el fuego y desde el mes de febrero, cuando se reportó el primer incendio en la zona del año, se han contabilizado alrededor de 8 mil focos intencionales en todo el territorio que recorre el Delta del Paraná.
Aunque agravado por la sequía y la bajante del río, las imágenes de las islas del Delta prendidas fuego y la columna de humo subiendo, no destacan por su novedad sino más bien por su magnitud.
Incendio fuera de control
Lo que cada año suelen ser unos pocos -e igual de reprobables- focos aislados, este año se ha convertido en un incendio por momentos fuera de control que se asemeja al peor episodio de este estilo, allá por 2008, cuando el fuego consumió cerca de 70 mil hectáreas de la misma zona y produjo la contaminación atmosférica más grave de la historia argentina, con lluvias de cenizas incluidas. Los responsables de aquel hecho, por si hiciera falta mencionarlo, nunca fueron investigados.

En este caso, si bien la causa está en trámite, se cree que se trata una vez más de incendios provocados por los propios productores agropecuarios, con el objetivo de renovar los pastizales, desmalezar residuos y agrandar la frontera de tierras aptas para el ganado. Hasta el momento, la justicia entrerriana imputó a siete propietarios, que se suman a otros siete acusados ya por los incendios de febrero y marzo.
Para embarrar un poco más el asunto, trasciende también en las últimas semanas la información de que una empresa inmobiliaria importante se encuentra solicitando la habilitación para comenzar un proyecto justamente en un sector de la zona afectada.
Desastre ecológico irreparable
Independientemente de la causa judicial, el desastre ecológico producido por los incendios es ya irreparable y a la destrucción de la fauna y flora del lugar se suma también la contaminación del aire derivada del humo, que impacta de lleno sobre las poblaciones de todas las ciudades a la vera del Río Paraná, incluida la ciudad de Buenos Aires.
Según el sitio IQAir, especializado en medir la calidad del aire en tiempo real en distintas partes del mundo, el lunes 3 de agosto Rosario se convirtió en la ciudad con el aire más contaminado del planeta, por encima de Dacca, capital de Bangladesh, que suele ostentar desde hace varios años el poco célebre primer puesto.
Como contrapartida y ante la pasividad de las autoridades, como suele suceder en estos casos, quien se expresa es la propia ciudadanía. Desde hace dos meses, cada sábado, una multitud que ya supera las 4 mil personas se moviliza respetando las medidas de distanciamiento social hasta el puente que une las ciudades de Rosario y Victoria para reclamar por el cese de los incendios y por una ley específica para proteger los humedales ante futuros episodios del mismo estilo.

La Ley de Humedales es necesaria
En Argentina, los humedales comprenden un 21,5% de todo el territorio nacional (unos 600.000 km2) y un 40% de la diversidad biológica del país. Geográficamente, además, no se circunscriben sólo a la región del litoral sino que abarcan también zonas de provincias distantes como Catamarca, Mendoza e incluso Tierra del Fuego. Por tal motivo, la sanción de una Ley de Humedales que regule el uso de los mismos de manera responsable sería un avance importante para proteger su conservación, teniendo en cuenta que se trata de uno de los ecosistemas más amenazados del mundo en las últimas décadas.
En esa misma línea, la Cámara de Diputados de la Nación empieza a discutir la sanción de una ley que dote de un presupuesto mínimo para la protección de los humedales, pero su sanción parece estar aún lejana en el tiempo. Las posiciones parecen ir desde quienes piden penas para los infractores de hasta seis años de prisión y multas millonarias, hasta quienes plantean «no meter a todos los productores en la misma bolsa». El lobby legislativo parece permanecer intacto.
Mientras tanto, al cierre de esta nota y desde la propia ventana rosarina que apunta al Río Paraná, una columna infame de humo sigue subiendo del otro lado del río.