Ernesto Espeche: «Mi hijo me dijo voy a matar con mi espada a quienes se llevaron a tu papá»

Por Fabián Galdi ([email protected])

En diciembre pasado, El Café Diario publicó la primera parte de la entrevista con el periodista y escritor Ernesto Espeche a raíz de la publicación de ‘Treinta y nueve metros’, su primera novela de ficción.

‘Treinta y nueve metros’ es la primera novela de Ernesto Espeche.

El autor es hijo de desaparecidos, militante de Derechos Humanos (DD.HH.) y hoy concejal por el Frente de Todos en la ciudad de Mendoza. Además, es Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y tiene un doctorado en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

En su texto, el narrador relata una historia real: el encuentro con los restos de su padre, Carlos, que fueran encontrados en el Pozo de Vargas, Tucumán, en 2014. Un testimonio necesario y veraz que refuerza la memoria e identidad en referencia a la última dictadura cívico-militar.

¿Usted dialoga con su padre?

Sí, yo con mi viejo dialogo, me peleo, discuto… Por supuesto, discutí mucho con mi viejo y con mi vieja mientras escribí este libro. Proyecté charlas con ellos, pero en cada una de esas charlas ellos me miraban desde sus 26, 27 años. Y me miraban desde ese lugar de «teníamos un proyecto, no te olvides, que era la revolución… pero dentro de ese proyecto teníamos un proyecto familiar. El proyecto de los cuatro juntos, de la familia, está dentro de este otro proyecto más grande».

¿Quién hace las preguntas en el libro, usted o el personaje?

Yo les hago muchas preguntas en el libro y el personaje les hace preguntas que yo nos les haría. En esos encuentros que yo puedo tener con ellos, imaginarios, jamás se me ocurriría plantear cosas que el personaje sí plantea.

Rafael Espeche, desaparecido durante la última dictadura militar,
cuyos restos pudieron ser recuperados.

¿Puede ejemplificarlo?

El personaje tiene una relación con la vieja distinta a la que tiene con el viejo. Ella es el afecto, la caricia, es el abrazo cuando uno lo necesita. La vieja es la proyección del eros. Y el viejo es el ideal, la firmeza, la convicción. Para el personaje es necesario darle un rol a cada uno. Porque no los tuvo como para vivir de otra manera esa relación, entonces le asigna a cada uno un rol en su intento de estructurarse.

Una novela que habla de los sentimientos

¿Cómo se enfrenta el personaje con las dudas existenciales que le deben aflorar de tanto en tanto?

Quizá en el medio del vacío, del arrebato, de cierta culpa, por qué me abandonaron, porque evidentemente me abandonaron. ¿Qué puede pensar un niño de dos años? Por otra parte, ese pibe me visita todos los días para preguntarme: «¿mamá y papá dónde están? ¿Por qué no vienen? ¿Te abandonaron?». Un niño de dos, tres, cuatro años sólo puede pensar en términos autorreferenciales. En definitiva, no están y para ese nenito no fue porque se los llevaron esos señores malos y no los quieren dejar volver. Si no están es porque no me quieren, se fueron, me abandonaron.

Ernesto Espeche es concejal de la ciudad de Mendoza.

¿Puede escaparse ese niño hacia otro contexto?

Ese niño, si no lo hace así, no tiene posibilidad alguna… No tiene otra posibilidad que el marasmo. El marasmo es su única posibilidad. Abrirle la puerta a ese niño no es fácil. Hay que abrazarlo, contenerlo, dejarlo que llore, que insulte, que se eche la culpa, que se sienta abandonado. Decís «es un arrebato, no un abandono», pero ese niño no sabe qué es un arrebato, no sabe… Viene todos los días a que lo deje entrar para que pueda hacer el berrinche que tenga que hacer. Después lo abrazo y seguimos juntos, todos los días.

¿Por qué supone que «después de ese fondo puede llegar el infierno»?

Después de ese reencuentro -porque esos 39 metros son un viaje para ese reencuentro con el padre- ¿hay posibilidad de subir o te quedás ahí? ¿Hay alguien que tira de vos para sacarte de ahí, o decidís que no vale la pena salir, que ahí estás bien, que querés estar ahí? Que ahí, finalmente se desarrolla y se hace posible ese sueño de cuatro juntos.

Afectos y efectos en la familia

¿De qué manera usted o su compañera pueden charlar este tema con los chicos?

Lo charlamos. Siempre mis hijos tuvieron la presencia de sus abuelos a través de objetos, a través de fotos, a través de historias. Primero, es difícil saber cómo enfrentar esto con los chicos porque cuando a uno no le permitieron ser hijo no sabe cómo ser padre. Si no pudiste ni te dejaron ser hijo ¿cómo hacés para ser padre? Yo soy hijo, el personaje no deja de ser hijo, porque parte de su trauma constitutivo consiste en no poder ser un hijo, por eso la búsqueda de ser padre todo el tiempo. Los chicos han ido preguntando y les hemos ido contestando sin exceder el grado de complejidad en la pregunta, provocando en cada uno de ellos reacciones distintas en unos primeros momentos.

¿Qué recuerda acerca de cómo han reaccionado sus hijos?

El más grande me abrazó cuando preguntó por sus abuelos y le pude contar más o menos por qué no estaban. Me abrazó llorando, fue a buscar una espada y me dijo: «voy a matar a quienes se llevaron a tu papá con mi espada». Cuando se dio cuenta de que lo que me estaba ofreciendo como forma de redención, digamos, no era más que un juego, volvimos a llorar… Y ahí terminó. La del medio, la nena, cuando se enteró empezó a sufrir en el cuerpo el síntoma: el pánico, el pánico sin motivo; lo otro es miedo. El pánico que sobreviene e irrumpe en el cuerpo. Empezó a sentir el pánico tal cual lo sentí yo a su edad. Ataques de pánico desde chicos.

Fabián Galdi, de El Café Diario, sostiene el libro de Ernesto Espeche durante la entrevista.

La dictadura, vista desde hoy

¿Qué significa esa denominación en el libro de «los ocupas de la memoria»?

El personaje los llama así: «los ocupas de la memoria». Son como agentes secretos de los represores que laburan en la mente, en la cabeza, en la subjetividad. Y esos agentes secretos no dejaron de laburar. Siguen cumpliendo su función, son ocupas que están adentro y te van generando síntomas en el cuerpo, permanentemente. Su trabajo es ese: hacerte sentir el horror indefinidamente.   

¿Y el Ernesto de hoy, qué piensa al respecto?

Abogo por cárcel común, perpetua y efectiva para los agentes secretos de los represores que habitan las mentes y las subjetividades de las víctimas, pero hasta que eso ocurra tengo que hacerles frente, porque adentro de mi mente y de las mentes de las víctimas tienen montada una sala de torturas. Y conocen muy bien, y saben que una vez ingresado ahí, como pasa en los actos o en las sesiones de tortura vos podés resistirte, vos podés patalear, pero en algún momento lo que ocurre te vence, y el personaje lo sabe muy bien. Te vence la idea de «y bueno, que tengan que hacer lo que deban hacer y que pase lo más rápido posible, que hagan lo que tengan que hacer y que pase», hasta juntar fuerzas para poder enfrentarlos de nuevo. Pero llega un punto en que hasta sobrevivir depende de eso.

¿Y por qué interpreta que esto sigue ocurriendo?

Porque en el fondo, lo peor no es la discusión contra las políticas públicas del olvido. Eso es tremendo, pero también lo es que se construya una memoria cristalizada sobre la base de «la dictadura terminó y todo lo que viene acá y todo lo que vino después es otra cosa». Eso lo puede decir un libro de historia. Está bien y la narrativa de la memoria, los discursos de la memoria y las prácticas de la memoria no pueden abandonar una lógica distinta. Es decir, la dictadura, con todo lo que significa el genocidio, transcurrió en una etapa determinada, pero sus marcas, sus efectos, al igual que otros procesos históricos en el mundo, siguen estando y seguirán. Lo mejor no es taparlo, sino ponerlo sobre la superficie. El acto de reparación más contundente es poner sobre la superficie qué nos pasa hoy con la dictadura, qué nos sigue pasando hoy con la dictadura.   

¿Cómo define a esta novela de su autoría?

Como que primeramente esta novela no es sobre la dictadura, sino que es sobre la dictadura hoy. No es sobre la etapa de la dictadura. En todo caso, de ahí vienen algunos destellos y hay que fortalecerlos a través de la memoria, pero esto es hoy y ojalá que sirva para eso.