COVID-19: Médicos y enfermeros, de los aplausos a los gritos

Por Francisco Fondoso ([email protected])

Editado por Bia Viteri ([email protected])

La incidencia del COVID-19 en Argentina ha aumentado exponencialmente. No obstante, las familias siguen migrando a otras ciudades para disfrutar las vacaciones y gozar la temporada de verano.

Si bien el país superó los 130.000 nuevos casos diarios de coronavirus, el Gobierno no ha tomado medidas para poder controlar este repunte cuyo crecimiento no parece ser tomado en serio.

Las playas de Mar Del Plata, San Bernardo y Villa Gesell siguen repletas; las sierras de Córdoba pobladas de gente y las rutas del vino en Mendoza todos los días reciben personas de distintos lados.

Las ciudades turísticas del país, en este momento están saturadas de casos, y esto puede no parar hasta que en cada provincia se pongan en funcionamiento acciones más apropiadas.

El COVID-19 ha cambiado las reglas del descanso en los sitios turísticos.

El problema real de dicha aglomeración es que la nueva variante, Ómicron, «se expande más rápido y es más propensa al contagio, aún más que la COVID-19 común que conocimos en marzo del año 2020», explicó el epidemiólogo e investigador inglés Tim Spector en diálogo con la cadena BBC News Mundo.

Por ende, si no se comienza a controlar la cantidad de visitantes a las ciudades más concurridas o por lo menos, si los ciudadanos no empiezan a tomar las medidas de prevención que recomienda el Ministerio de Salud, la situación no va a cambiar por un largo tiempo.

Ómicrom se expande más rápido y es más propensa al contagio, aun más que la COVID-19 común que conocimos en marzo del año 2020″

(Tim Spector, epidemiólogo inglés)

Histeria colectiva

En el marco de todo lo dicho, la sociedad volvió a poner en el ojo del huracán al personal de salud, no al sistema. Las filas en las ciudades más grandes del país son de cuadras y cuadras; el tiempo para realizarse un testeo gratuito de COVID-19 va desde 2 hasta 4 horas, dependiendo del lugar.

La prevención ayuda a que los centros de testeo de COVID-19 en sitios turísticos no colapsen.

En un video que se viralizó hace muy poco en la ciudad de Mendoza, se oye cómo un hombre le dice a una enfermera: “si no estás capacitada para estar 24 horas parada, no vengas”, mientras ella le pide por favor que tengan paciencia porque está cansada.

Otro tumulto sucedió en un centro de testeo en Mar del Plata cuando un enfermero intentó explicar que estaban por cerrar. El joven profesional de la salud y sus dos compañeros se propusieron hisopar a 50 personas más antes de concluir su jornada, pero no lograron su objetivo.

Ante los gritos, se defendió diciendo: «no me dieron las manos; no me dan las manos para escribir, pero por lo menos me esmeré».

Paciencia y empatía

A estas alturas, poco sorprende lo que pueda llegar a hacer alguien desesperado por el temor de tener COVID-19. Sin embargo, volver a agredir al personal de salud que le hace frente a la pandemia en la primera línea, es algo que la misma ciudadanía no debe permitir, puesto que el maltrato físico, verbal y psicológico a médicos y enfermeros no es la solución.

El maltrato físico, verbal y psicológico a médicos y enfermeros no es la solución.

Médicos y enfermeros piden la colaboración colectiva para que
la ciudadanía pueda sobreponerse al COVID-19.

En caso de tener algún síntoma y no acceder al hisopado, es necesario armarse de paciencia y tener empatía con el resto de las personas. Otra alternativa es aplicarse las vacunas y, sobre todo, tener conciencia de que esta es una situación que todo el mundo está atravesando. Nadie se salva solo, la salvación es entre todos.